Alguien apuntó hace ya años “La selva precede al hombre, el desierto le sigue”. Y yo añadiría: y los residuos también. Vayas a donde vayas en el mundo, inevitablemente ligado a asentamientos humanos, se encuentran cantidades enormes de residuos. Además, cuanto más evolucionada es una sociedad, mayor es la cantidad de residuos y menor es la biodegradabilidad de los mismos. Por ello, los residuos constituyen hoy en día uno de los retos más grandes a los que las sociedades modernas (o de consumo) nos enfrentamos. La industria de gestión de residuos ha experimentado en los últimos años una revolución que trae consigo unos beneficios indudables para el medio ambiente y la salud de las personas. Hasta hace poco, la labor del consumidor se limitaba a consumir y tirar a la basura aquellos productos que, a su juicio, carecían de valor. La bolsa se depositaba en el cubo de basura en la calle y, sorprendentemente, a la mañana siguiente el cubo estaba vacío, la basura había desaparecido por arte de magia.
Sin embargo, el hada madrina de la basura ha dejado de hacer magia y ahora ya todos sabemos que los residuos tienen que ser separados en origen de acuerdo con su composición y deben ser adecuadamente tratados antes de ser finalmente depositados en un vertedero o incinerados. Esta parte final también ha cambiado substancialmente: los residuos solían depositarse en agujeros en el suelo que luego se tapaban y de los que nos olvidábamos. No obstante, se ha comprobado que los vertederos nos son la mejor opción de tratamiento de residuos. Por ello la Unión Europea ha decidido tomar cartas en el asunto y ha impuesto a los países miembros una reducción de la cantidad de materia orgánica llevada a los vertederos, introduciendo objetivos progresivos hasta el 2020. Y es que la descomposición de la materia orgánica produce metano, un potente gas de efecto invernadero. Nuestros recientes antepasados no conocían los efectos perniciosos del metano sobre el calentamiento global, pero si sabían que la materia orgánica sólo necesita de humedad, calor y oxígeno para descomponerse naturalmente produciendo un abono que se podría utilizar perfectamente en la producción agrícola. El resto de residuos eran quemados para generar energía: Como ocurre con frecuencia volvemos a los orígenes, sólo con imitar lo que hacían nuestros antepasados contribuimos a la conservación del medio ambiente.
Las sociedades modernas hacen un uso masivo de productos como plásticos y latas que complican el proceso de tratamiento de residuos. Con el actual precio del petróleo y de los metales en los mercados internacionales resulta bastante ineficiente enterrar plástico y metal bajo tierra y olvidarnos de ellos. ¿Por qué no usarlos otra vez? ¿No será que lo que llamamos basura constituye una materia prima muy valiosa? Resulta bastante ineficiente, por no decir estúpido, enterrar o quemar un material que tenemos que importar desde lugares como Asia o Australia, cuando lo tenemos a nuestra disposición en el cubo de la basura. O ya enterrado debajo de la tierra: Hay empresas británicas que ya están haciendo cálculos y están considerando seriamente abrir vertederos clausurados para recuperar los plásticos y metales que se han depositado en ellos en los últimos 50 años. Porque la basura, hoy más que nunca es un recurso, sobre todo en el actual contexto de crisis internacional con precios de las materias primas por las nubes.
Nuevas tecnologías, como el tratamiento mecánico biológico o la digestión anaerobia, están actualmente en experimentación e implantándose poco a poco en diversos países Europeos.
Los fabricantes juegan también un papel crucial en el entramado de la gestión de residuos ya que si fabrican productos que son fácilmente desmontables, con componentes mayoritariamente reciclables, el tratamiento de los mismos al final de su vida útil será mucho menos costoso. Este es otro de los temas que la Unión Europea está cambiando, introduciendo el principio de la responsabilidad del productor, del cual se desprende una familia de directivas que hacen a los productores responsables de sus productos una vez que se convierten en basura. Aparatos eléctricos, pilas domésticas, coches y embalajes son los principales artículos para los que se ha creado legislación europea específica. Como los productores están obligados a pagar por su correcto reciclaje y vertido, tienen un claro incentivo para diseñar productos más fácilmente reciclables y menos contaminantes.
Pero lo mejor de todo sería si no generáramos tantos residuos. Algo que parece imposible en la sociedad de consumo en la que vivimos. ¿Cómo disminuir los residuos en origen? Esa es la pregunta individual que cada uno tendríamos que hacernos… porque sólo nosotros sabemos lo que nos es imprescindible y lo que es un capricho. Y sólo nosotros sabemos cuánto estamos dispuestos a sacrificarnos por el medio ambiente, disminuyendo nuestros niveles de consumo. Algunos países europeos tienen impuestos específicos para la recogida de residuos. Por ejemplo, en Bélgica cobran por bolsa de basura recogida, lo que estimula al consumidor a generar menos residuos porque así paga menos impuestos. En otros, la tasa correspondiente a los residuos es fija, pero queda claramente reflejado en la factura final la cantidad de dinero que los ciudadanos pagan por la gestión de sus residuos. En otras palabras, se les enseña así que la magia no existe y que el hada madrina ha dejado de actuar. En países como el Reino Unido y España (salvo contadas excepciones piloto) la gestión de residuos se incluye en los impuestos generales, por lo que los ciudadanos no son conscientes de lo que cuesta tener un sistema eficiente de gestión de residuos. Algunos dicen que implementar un sistema como el de Bélgica podría aumentar la cantidad de residuos abandonados en las cunetas de las carreteras y en los ríos, lugares que siguen siendo favoritos para tirar muebles viejos y escombros. Total, el hada madrina también hace desaparecer la basura del campo, ¿no? Así lo lleva haciendo toda la vida. Pero este es otro desafío ambiental mucho más difícil de alcanzar, ya que es una cuestión de mentalidad, concienciación y respeto hacia el medio ambiente y resto de seres humanos. Programas de educación ambiental desde niños y un sistema de multas efectivo y riguroso han funcionado en otros países, y deberían también funcionar en el nuestro. Mientras tanto, aquellos que nos consideramos concienciados con el medio ambiente deberíamos explotar al máximo nuestro papel como consumidores responsables y hacer uso de esta responsabilidad en casa, en la oficina, de vacaciones. Todos nosotros tenemos un hada madrina dentro que puede hacer desaparecer nuestros residuos, o mejor aún, no crearlos nunca.